miércoles, 8 de diciembre de 2010

A L I C I A


Alicia se pasò toda la tarde decorando el pequeño departamento para la fiesta de cumpleaños de su esposo. Colgò guirnaldas de papel, pegò carteles e inflo tantos globos como de colores que acabò por sentirse mareada. Estaba preparando un platillo con queso, jamòn y galletas cuando recordó que no había recogido el pastel de Bruno. Cumplìa treinta y cinco años y ella querìa que todo saliera perfecto en la celebración. Entonces tal vez por una noche Bruno dejaría el examen autocrítico que había ocasionado la llegada de un aniversario màs.

Tràs mirar el reloj, Alicia viò que apenas tenía tiempo para ir a la panadería antes de que Bruno regresara. Metiò el platillo de queso en el refrigerador, se lavò las manos y se dispuso a salir.
Fue a buscar un abrigo y eligió el que Bruno le obsequìo cuando ella también cumplió años tres meses atrás. La panadería no estaba muy lejos pero hacía algo de frìo y aunque Bruno trabajaba duro, ganaba poco y todavía no contaban con un auto.
Al salir del departamento Alicia no pudo resisitir echar otra mirada a la decoración. Luego cerrò bien la puerta, bajò las escaleras del edificio y salió a la calle.

Alicia sonriò para si misma, imaginando la sorpresa que se iba a llevar Bruno. Sabìa que se iba a burlar de ella por haberse tomado tantas molestias para solo ellos dos. Pero también sabía, en su interior, que Bruno se entusiasmarìa. Y se alegraba de sorprenderlo; después de todo, Bruno nunca se había olvidado de ella. Por supuesto que había sido mucho trabajo sólo para ver una sonrisa deleitada y complacida en su rostro. Sin embargo Alicia sabìa con seguridad que su esposo se lo merecía.
Ademas habia guardado como regalo lo mejor para el final: Tenía dos meses de embarazo y la llegada de un hijo que habian estado buscando desde hacia tiempo terminaria por completar esa felicidad que juntos se habian prometido. Alicia sabia que no tenia los grandes lujos junto a Bruno y se habia distanciado de sus padres debido a las constantes discusiones por haberlo elegido a él y no a otros pretendientes que le ofrecian una vida mejor, pero el hecho de ser madre y estar junto al hombre que amaba lo compensaba todo.
Sumida en sus pensamientos, no alcanzò a ver el coche. Èste subió a la banqueta, a máxima velocidad y con el conductor borracho e inconciente sobre el volante. Tras golpear a Alicia por detrás, el coche la empujo través del grueso escaparate de una florería. La encargada del lugar dio un grito de pánico y llamò una ambulancia. Alicia fue declarada muerta en el acto.

Bruno sintió un ligero golpe en la espalda y volteò. Era el jefe del taller donde èl trabajaba. Siguiò al hombre a su oficina y le pidieron que se sentara. Al principio la noticia de la muerte de Alicia no le causò ningún efecto. Despues de todo, ¿Cómo podía ser cierto? Alicia, el único punto brillanre en su vida. La hermosa mujer que dejó todo por èl…., ¿muerta? No, no era posible. Se puso de pie y salió de la oficina sin decir una sola palabra.
Siguió a ciegas su rutina, observado por sus compañeros de trabajo. Estaba arreglando un motor cuando llegaron unos hombres y lo llevaron con ella. Hasta que no contempló el cadáver de Alicia no comprendió en realidad que ella había muerto.

-¿Es su esposa?- preguntò un hombre con bata blanca
-Si- respondió Bruno. La palabra apenas salió de sus labios.
Sintiò la respuesta como una loza, la notò apagarse y quiso recuperarla.
-Lo lamento tambien por el bebè -dijo el medico
Bruno se quedò congelado y mudo. La tierra se abrio a sus pies y sintiò como se le escapaba la sangre.
Luego de los tràmites. Lentamente, regreso a casa. Solo
Al entrar en la silenciosa oscuridad del departamento, su mano se dirigió al interruptor de la luz. Un sollozo apagado taladró la quietud de su pequeño refugio. Estaba en la mitad de una fiesta para uno, preparada por la única mujer a la que había amado. Preparada por una mujer que yacìa sobre una plancha de hierro.
Sus ojos llenos de lágrimas enrojecieron aún más ante la amorosa y cuidada decoración. Al ver el elaborado ramillete de guirnaldas de papel que colgaba de un puñado de globos hasta el cartel “FELIZ CUMPLEAÑOS”, se secò las lágrimas con la mano callosa, y se detuvo cuando se diò cuenta que las comisuras de sus labios habían adoptado una sonrisa: Sabía que si Alicia la hubiese visto habría sentido que todo su esfuerzo había valido la pena.
Entonces sintió la sonrisa quebrarse como una copa de vino al romperse. Fue a la cocina y abrió un cajòn, tomò un rollo de cinta adhesiva y una cajita de navajas de afeitar. Solo en la sala, sacò el álbum de fotos de su boda. Luego bajò todos los globos de la pared.
Llevó sus pertenencias a su habitación y cerrò la puerta tras èl.
Tranquilamente, Bruno se sento en la cama donde dormía con Alicia colocando los objetos a su alrededor. Tras cortar varias tiras de la cinta, las fue pegando a la piel de cada globo. Cuando terminò, los puso a su lado y abrió el álbum de fotos.
A través de una cortina de làgrimas, Bruno revisò las fotos una por una. En la primera estaba besando a Alicia con todo el amor que era posible a la salida de un teatro durante su segundo mes de noviazgo. En otra de las fotos ambos se veían tan contentos jugueteando en una playa cercana en la que habia sido su luna de miel.
Bruno sacò una de las navajas y la desenvolvió. Sus làgrimas caían libremente, salpicando como suave lluvia el primer plano de la fotografia donde estaban saliendo de la iglesia cual felices recién casados. Bruno las secò. Fueron reemplazadas rápidamente..
Tomò uno de los globos, y sus dedos húmedos resbalaron un poco. Hizo una pequeña incisión en la cinta adhesiva. Entonces el aliento capturado de Alicia voló hacía su rostro. Su respiración cálida y húmeda sopló en su cabelloo, en sus labios y sus ojos reduciendo el flujo de las lágrimas, secándolas por él como si Alicia nunca hubiera muerto. Muy despacio con cuidado infinito, Bruno sangrò el aliento de cada uno de los globos de la fiesta, excepto uno.
Antes de abrir el último, Bruno se abrió a si mismo. En las muñecas.
La lluvia de làgrimas que caìa sobre los rostros de aquella feliz pareja fue cubierta por un torrente escarlata.
Llegò el momento del último corte. El aliento de Alicia soplò suavemente sobre los pàrpados húmedos y temblorosos de Bruno.

DAVID ETNAGEVAN

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